lunes, 28 de octubre de 2013

En cuatro días todos autónomos

“Es absurdo pedir a los dioses lo que cada uno es capaz de procurarse por sí mismo”
              Epicuro

No sé si es el destino o me estoy proponiendo tocar palos molestos y mensajes que mucha gente no quiere oír, pero creo que éste puede ser un enfoque útil para los que se quieran adaptar al nuevo escenario empresarial que vamos a vivir. Creo que dentro de muy poco las empresas que van a ir bien, y que van a sobrevivir, son las que estén conformadas por autónomos. El concepto jefe y empleado son claramente del siglo XX y del 3º mundo, donde todavía resistirán un tiempo.

Las relaciones laborales han experimentado numerosos cambios a lo largo de la historia, desde la esclavitud, las relaciones feudales, las integraciones en gremios, los jornaleros, la contratación industrial, la pertenencia a corporaciones, cadena de montaje incluida, el cooperativismo, los freelances… y así muchas más. Pero, ¿cuál será la más adecuada para nuestro entorno en los próximos años y para la mentalidad mediterránea? Probablemente sea la de acertante de la bono loto, pero para esa no tengo recomendaciones  ;-)
¿Qué busca una persona al solicitar trabajo en una empresa? ¿Qué busca una empresa al ofrecer trabajo? ¿Qué puede realmente ofrecer un trabajador y una empresa el uno al otro? ¿Cuál es la mejor forma de combinar ambos intereses? No creo que la respuesta sea sencilla, pero vamos a tratar de profundizar un poco.



La empresa se puede haber creado por muchos motivos: proyecto personal, necesidad de autoempleo, búsqueda de beneficios… pero hay algo que tienen que tener permanentemente presente si quieren subsistir: LA RENTABILIDAD. Normalmente se contrata a gente para extender el negocio, para poder dar respuesta a las demandas de sus clientes o, si es red comercial, para buscar nuevos clientes o mantener/incrementar las ventas.

Un trabajador puede buscar varias cosas. La principal (estadísticamente hablando) un salario con el que cubrir sus necesidades y las de su familia, si la tuviere. Y, a partir de ahí, surgen nuevas expectativas. Por ejemplo, en el plano personal, ser lo más feliz posible, y esto puede ser porque el trato sea agradable y correcto, porque las condiciones no sean muy penosas, lo más cómodas a su alcance, también pueden influir factores de carácter familiar, como que sea fácil (posible en algunos casos) la vida familiar… y también, si hacemos caso a Maslow, la SEGURIDAD. ¡A las personas nos gustan los contratos fijos con locura! De hecho, esta es la gran baza por la que la gente quiere ser funcionario, unido a que no suele ser un trabajo muy exigente. Hay personas que dan un paso más y también buscan su crecimiento profesional, es decir, crecer en aquellas disciplinas laborales que desarrolla.

Estas tres variables conforman lo deseable de los trabajos, y si encontramos las 3 en el mismo lugar, pues nos ha tocado la lotería en forma de curro. Muchas veces tenemos que sacrificar una o dos por alcanzar la tercera. Dependerá de lo que podamos elegir, y de cuál de nuestras necesidades es más perentoria. ¡Lo que toca tragar cuando andas apretado!

A lo largo de la historia ha ido evolucionando la relación empresa/trabajador y estas tres variables han ido cobrando distinta importancia. La lucha social se ha dado básicamente para que se incrementen en la medida de lo posible las 3, pero no hay que olvidar que la empresa lo que busca es rentabilidad. Quien no entienda esto, es que no ha entendido el mundo. Si se provoca una situación donde las empresas no obtienen rentabilidad, directamente quiebran y desaparecen, no pudiendo atender ni a las demandas de sus clientes, ni de sus trabajadores. No podrá, aunque quiera. Porque lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible.

Ahora viene cuando la mataban ;-)



Si una empresa tiene que ofrecer más salarios de los que pueden soportar sus ingresos, directamente desaparecerá, y desaparecerá para todos. “¡Pues que se jodan!” -Dirán algunos-. Lo entiendo, pero a lo mejor todos los trabajadores no están en el equipo de “que se jodan” y prefieren colaborar en las soluciones, porque también les beneficia a ellos.

El mercado está pegando unos bandazos de la leche. Hay que hacer pruebas y repruebas y más pruebas estratégicas, por lo que empresas rígidas, se están hundiendo a una velocidad inverosímil. Y esa rigidez puede venir causada por la mente rígida, “acongojada” o acomodada del empresario o de las actitudes inamovibles de los trabajadores, o de las dos a la vez (mala mezcla). ¿Qué les va a pasar a esas empresas? Pues que van a desaparecer todas, ¡absolutamente todas!

¿Estás en una empresa con fuertes rigideces? Pues date por jodido, seas empresario o trabajador.
Y esto, ¿cómo se está solucionando? Pues de muchas formas, por ejemplo, uniones de autónomos que facturan por lo que aportan a un proyecto, como si se tratara de la producción de una película. Aquí la figura del jefe se difumina rápidamente. No hay alguien que manda y otros que obedecen, al estilo clásico. Aquí hay alguien que lidera y otros que se unen, y cada uno cobra en la medida que aporta al proyecto y cuál es su valor en el mercado. Por lo tanto, nadie está atado. Es como el matrimonio, antes era para toda la vida y ahora existe el divorcio, pero, ¡¡para las dos partes!!

Si alguien piensa que puede haber estructuras que le proporcionen seguridad y predictibilidad de su futuro, lo va a pasar muy mal. Me da igual jefe, que empleado. Porque nadie puede dar lo que no tiene. Y ya nadie tiene seguridad.

Da igual que tengas un contrato que diga que ganas 5.000 € por el resto de tu vida. Si tu empresa quiebra, tu contrato es papel mojado. ¿De qué te ha servido “la seguridad”?

Imaginad, siguiendo el ejemplo de la producción de una película, que hubiera (de hecho las hay) empresas que realicen series de televisión. Se reúnen en torno a una idea, tratan de realizarla y venderla. Cada aporte es importante. Si la serie tiene éxito, es posible que se haga una segunda temporada, si fracasa, adiós muy buenas. Tanto si eres productor, director, actor, director de fotografía, electricista o carpintero en los decorados, te interesa que la serie tenga éxito. Te interesa buscar a los mejores equipos para que tu futuro sea lo más prometedor posible. En cualquiera de esos puestos debes procurar continuamente hacerlo lo mejor posible y estar preparado por si se acaba, tener otras alternativas. Si eres productor (podríamos llamarle el jefe) no te vale con meter a tu primo de director, si la serie sale mal. Te arruinarás por no profesionalizar el proyecto. Si eres director (gerente, podríamos llamarle) te interesa un productor inteligente, pero también unos actores solventes y con tirón. Y así hasta el que se encarga del vestuario ¿no?

Su futuro se escribe cada día y de forma interconectada. Cada capítulo cuenta. Lo vean o no lo vean.
Ahora imaginad una empresa que crea que te puede garantizar (incluso que te lo ofrezcan) tu participación en 5 temporadas de una serie. Si la serie es un fracaso ¿cuánto vale su “garantía”?
El concepto empresa va a ser sustituido por el de proyecto, y ahí el reparto de cargas y beneficios tiene que ser elástico, solidario y proporcional a lo que se aporte.


Fórmulas que responden más o menos a este enfoque son las franquicias. McDonalds no tiene restaurantes (o muy pocos), tiene franquiciados. En una ciudad pueden ir como un cohete, en otra, no sacar para los gastos. Al franquiciado le interesa una matriz potente, pero a la matriz también un franquiciado solvente. ¿Quién lo necesita más? Depende de lo que aporte cada uno.

Supone un cambio de mentalidad absoluto en la concepción de la jerarquía. El concepto “jefe” casi no va a ser operativo, pero el de “empleado” tampoco.

Vamos en el mismo barco y todos remamos, nos hundimos, disfrutamos y… nos podemos bajar cuando queramos.


Soy autónomo y hace tiempo que ya no concibo otro escenario.

Fernando Salinero
Autor del Libro "No es una crisis, es un cambio estructural" y Director de IDPyme

martes, 22 de octubre de 2013

Los emprendedores cambiamos el mundo

No hace falta ser un hippie trasnochado para intentar cambiar el mundo. Muchas veces las viejas glorias nos dicen que el mundo no se puede cambiar, que tenemos que aceptarlo tal y como es, adaptándonos sin más y minimizando el daño que nos puedan producir. Muchos lo han intentado y se han quedado por el camino. ¿Cómo vamos nosotros a cambiar algo que gente mucho más válida y poderosa que nosotros han intentado sin conseguirlo?

Bueno, mi opinión obviamente es ligeramente distinta. Haciendo honor al nombre de este movimiento, Open your mind (abre tu mente), me gustaría plantear esta realidad interpretada de otra manera.

Podemos comprobar en nuestro día a día que el mundo está en una constante transformación y sin embargo decimos (o nos dicen) que no podemos cambiarlo. Esto recuerda en cierto modo a la contradicción del movimiento que se encontró Parménides de Elea, cuando allá por el siglo VI antes de Cristo se convirtió, a los ojos de muchos expertos actuales, en el padre de la filosofía.



Parémonos a observar un poco, ¿es el mundo estático o dinámico?. Si el té que me acompaña durante esta reflexión fuese estático y no pudiese cambiar de forma, tamaño, color, densidad o temperatura, simplemente permanecería desde el principio de los tiempos (si es que tienen un principio) y permanecerá hasta el final de los tiempos (si es que tienen un final) sin que pueda beberlo. Pero no es así. Si lo dejo enfriar puedo beberlo, y mi cuerpo, como por arte de magia absorberá una parte y desechará otra. Es, por tanto, ligeramente estable, o dicho de manera más precisa: cambia poco a poco. Es cierto, pero cambia.

No hay nada a nuestro alrededor que haya existido siempre y que vaya a existir para siempre sin haber cambiado en algún momento. Lo que tenemos, por tanto, es una aparente estabilidad permeada por un cambio feroz y constante que, al igual que ocurre con la hierba al crecer, no percibimos salvo cuando dejamos pasar un tiempo prudencial.

Es fundamental que compartamos esta visión, heredada sin duda de Heráclito, de que todo está cambiando constantemente. Y los seres humanos somos fenómenos bastante activos dentro de este maremágnum dinámico. Estamos constantemente influyendo en nuestro entorno, y de esta manera la hipótesis de que no podemos cambiar el mundo no se sostiene, porque somos cambio constante.

Hay un chiste de gremio entre físicos cuánticos que viene a ser algo como “no mires mi experimento que puedes alterar el resultado”. Aunque parezca exagerado, es así. En mi trabajo, en el que ayudo a personas a descubrir hacia dónde continuar, hacia dónde ir, veo esto constantemente. Me gusta trabajar de la forma menos invasiva posible, influenciado por las teorías de Rogers y la praxis de Sir John Whitmore y Timothy Gallwey, pero es inevitable que un sólo microgesto, una mirada, un pestañeo haga que mi cliente reciba una información que condicione su forma de pensar, de hablar y de actuar. El mero hecho de tenerme delante, sentado, le está condicionando.



Estamos, por tanto, influenciando todo lo que nos rodea, y podemos decir sin miedo a que nos tachen de idealistas locos que podemos cambiar el mundo, o mejor dicho, que somos parte del cambio constante en el que vivimos. La ciencia se plantea ideas similares desde hace tiempo. Un famoso estudio hecho por el médico de la Harvard Medical School Nicholas Christakis y James H. Fowler, profesor de ciencias políticas de la University of California, San Diego, plantea la idea de que felicidad puede ser contagiosa, y de que gente que ni siquiera conocemos acaba teniendo un impacto en nuestro estado emocional. Nosotros, por tanto, estamos teniendo un impacto incluso en gente que no conocemos.

Lo que sí depende de nosotros es cuánto queremos impactar en el mundo que nos rodea, y éste es el punto desde donde muchos de nosotros hemos decido emprender. Queremos ayudar al resto sin morir en el camino.

Las ventajas de pensar así son infinitas, pero sin duda una muy importante es que anima más que pensar en erradicar de golpe nosotros solos las armas en EEUU, evitar más atentados de extremistas religiosos, acabar con el hambre en el mundo, o cualquier otra gran y aparentemente inalcanzable causa. Nuestra meta puede ser cualquiera de ésas, desde luego. Creo firmemente que el idealismo es la sal de la vida, lo que nos mantiene despiertos y una gran fuente de sentido que, tal y como decía el doctor Viktor Frankl, nos permite vivir con más ahínco. Pero podemos ser idealistas y pragmáticos al mismo tiempo, ¡rompamos con la tiranía del maniqueísmo que limita nuestra actividad! ¡Tengamos unos sueños elevados y unas metas específicas, medibles, prácticas y realistas, que podamos cumplir aquí y ahora, sin procrastinar y hundirnos en el tedio frustrante que produce la impotencia!

No suelo citar a terroristas en mis escritos, pero leyendo unos textos en la universidad me quedé sorprendido por la reflexión que Ted Kaczynski, más conocido como Unabomber, hacía en su manifiesto primitivista titulado La sociedad industrial y su futuro. Decía que hay tres tipos de necesidades, las que son imposibles de satisfacer, las que requieren cierto esfuerzo satisfacerlas y las que se satisfacen casi instantáneamente. Una de las causas de malestar de la sociedad actual, según Unabomber, es que nuestras necesidades se están polarizando a los dos niveles extremos, siendo o muy fácil o muy difícil satisfacerlas. Esta misma reflexión se puede aplicar a nuestras metas a la hora de tener un mayor impacto en el cambio del mundo. ¿Qué es por tanto lo que podemos hacer?



Veamos con cuántas personas nos relacionamos día a día. Pensemos en todas las llamadas, mails, entrevistas, reuniones, compras, ventas que hacemos al día. Todas estas acciones implican tratar con personas. ¿Cuál es la huella que dejamos en esas personas diariamente? ¿Cuántas veces decimos gracias, por favor, que tengas un buen día o similar? Alicia Aradilla, una empresaria valenciana se refería hace poco en un congreso a esas frases como las “fuentes inagotables” que podemos utilizar constantemente porque como su buen nombre indica, no se agotan. Tratemos a las personas como personas y estaremos cambiando el mundo. Ya sé que suena a perogrullada, pero podéis comprobar el cambio que esto produce en vuestras vidas. No hace falta ponerse místicos y hablar de leyes cósmicas de atracción de prosperidad en las que el universo y las estrellas te devuelven lo que les das. Seamos pragmáticos y entendamos que a todo el mundo le gusta que lo traten bien, y cuando lo hacemos tenemos más papeletas de que ellos nos traten bien a nosotros también. ¡Es una mera cuestión estadística!

Para ello tenemos que tener el suficiente espacio con nuestros propios problemas, así que el cambio, como siempre, empieza con nosotros. Estamos metidos en un círculo como un hámster en una jaula, y no podemos esperar que alguien venga a salvarnos; somos nosotros los que nos tenemos que apear, los que, una vez que sabemos cómo funciona el mundo que nos rodea, tenemos que tomar responsabilidad de hacerlo. Hay cientos de métodos orientales y occidentales que nos permiten pensar con más claridad y actuar de forma menos dañina para nosotros y los que nos rodean, pero una vez más depende de nosotros que queramos ponerlos en marcha. Ésta es la clave para cambiar el mundo, que nosotros seamos cada vez más conscientes de cómo funcionan nuestros mundos, externo e interno, y los de los demás, y que tratemos de aportar valor a cada persona. Sir John Whitmore me propuso un ejercicio durante un relajado paseo cerca de su casa en el sureste de Inglaterra. Me dijo “yo intento tratar a quienes están deshumanizados por su trabajo como personas. Por ejemplo, cuando entro en el supermercado intento decirles a las cajeras lo bien que les queda el peinado, o que me gusta su nombre. Lo que sea que esté relacionado con su ser y las haga sentirse seres humanos también en su puesto de trabajo”. Un pequeño gesto como este puede tener un impacto muy fuerte en las personas que nos rodean.

“Una sola persona puede crear el caos” dijo Marisabel Kelly, negociadora de la policía del estado de Florida, EEUU, al referirse a un secuestrador que había asesinado a varias personas en una persecución antes de suicidarse, sembrando el pánico durante horas. Una persona puede hacer mucho, para bien o para mal. Podemos decidir cuál es el impacto que vamos a dejar en nuestro entorno, ¿y por qué? Porque nosotros somos esa persona.



Daniel Vázquez
Socio Fundador de www.ConCedeCambio.com